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lunes, 24 de mayo de 2010

Perdida .. capitulo 6:Problema


Capítulo VI: Problema

(Bella's Point of View)

Me sostuve con fuerza a la balaustrada mientras bajaba las escaleras. La última cosa que necesitaba era tropezar y caer luego de lo que le había dicho a Edward. Sólo quería salir de aquí, sentía las lágrimas tan peligrosamente cerca…

De repente Simmons estaba a mi lado. Encajé los dientes.

- Programa una reunión con la Corporación C para las siete de la mañana del lunes - siseé, sin mirarle nunca y sin detenerme. Un par de lágrimas cayeron por mi rostro.

Simmons estaba evidentemente atónito. Se volteó y volvió a subir las escaleras sin decir una palabra.

Entonces llegó Vaughn.

- Bella, te llevaré a casa.

Llegados a ese punto ya había bajado las escaleras. Mantuve la mirada baja hasta que estuviéramos a salvo, fuera del salón, y una vez que estábamos en el vestíbulo finalmente hablé.

- Estoy bien, Vaughn. Estaré simplemente bien - dije con voz áspera.

Suspiró con gravedad mientras limpiaba una lágrima de mi mejilla.

- Nada de lo que me digas me convencerá para que te deje sola en este momento, así que ¿quieres que te lleve a casa o sólo quedarnos aquí un rato?.

No sabía a dónde quería ir, no tenía idea de qué dirección tomar. Quería correr, pero ¿hacia dónde?. Estaba perdida, de pie en una ciudad de millones de personas, y aún así me sentía tan sola…

Miré a la nada.

- Sólo quiero ir a casa.

Salimos del hotel en silencio y una vez afuera pude oler el aroma de la tormenta. Inhalé con profundidad mientras cerraba los ojos, escuchando el familiar alboroto de los autos y la gente marchando apresurada por la acera. Volví a conseguir algo de cordura y finalmente sentí que podía exhalar.

Abrí los ojos y vi a Vaughn de pie enfrente mío, mirándome alarmado.

- Estás temblando, Bella. ¿Qué sucedió mientras hablabas con ese tal Cullen?.

De ninguna manera iba a contestar a esa pregunta. Le ignoré y comencé a caminar, manteniendo los brazos cruzados. Hubo un profundo silencio.

- Me parece que tienes una historia con él - dijo con mucha cautela.

Sí, iba a estar con él para siempre. Era mi destino, mi alma gemela, y luego me dijo que no me quería.

- Fue hace mucho tiempo - musité mientras nos acercábamos a mi edificio. Estaba ansiosa y distraída -. Nunca te agradecí por el brazalete. Es precioso, gracias.

- De nada - sonrió y sostuvo mi barbilla mientras entrábamos al vestíbulo -. Te llamaré la semana que viene, ¿de acuerdo? - dijo con suavidad -. Mañana partiré hacia Filadelfia para nuestro juego.

Asentí con aire ausente y me dirigí al elevador. La última persona había bajado en el cuadragésimo séptimo piso y, aparentemente, esa fue la cantidad exacta de tiempo que pude contenerlo. Me escabullí hasta una esquina y comencé a sollozar, me abrí paso hasta mi puerta y tropecé de camino a mi apartamento. Lloré, grité, golpeé una pared y me lastimé la mano. Terminé enfrente de mi larga ventana, sentada en el suelo, gimoteando y mirando hacia el exterior de noche.

En ocasiones había fantaseado sobre cómo actuaría si alguna vez lo veía de nuevo, había planeado ser fría, reírme y poner los ojos en blanco de modo casual mientras hablábamos de los buenos tiempos en Forks. Había planeado darle la impresión de que apenas había pensado en él durante estos años.

Y había fallado miserablemente.

Me había mostrado enojada, a la defensiva e irritada. Hice una mueca ante el dramático comentario que había hecho antes de precipitarme hacia afuera del salón y deseé poder retirarlo. A él no le importaba lo más mínimo qué clase de humana había resultado ser.

Si tan sólo hubiera sido advertida, habría estado preparada. Muy preparada.

Quizás.

Vi su rostro nuevamente y comprendí por qué no había sido capaz de superarlo. Su belleza estaba plasmada en cada parte de mi vida, en mis sueños, en cómo manejaba el trabajo y en cómo trataba a todos a mi alrededor. Había creído que lo evocaba a la perfección, pero no había recordado qué tan imposiblemente largas eran sus pestañas, había olvidado cómo la luz iluminaba con tal precisión su cabello, mi memoria no había estado ni cerca de reconstruir el ángulo de su barbilla y la redondez de sus labios; cómo sus hombros, incluso bajo un traje, eran tan fuertes.

Todavía estaba desesperadamente enamorada de él.

En los últimos siete años no había habido un momento en que no me acostara y pensara en él, no había pasado una sola vez en que viera la puesta de sol, sintiendo el crepúsculo rodeándome, sin recordarle. Cada vez que llovía pensaba en él, cada vez que escuchaba una canción de amor en el elevador, cada vez que tropezaba, que veía un Volvo, que escuchaba un piano. Cada vez que veía una pareja, que sentía mi corazón latiendo, cada vez que pensaba en Forks, que sangraba, que veía flores en un prado, cada vez que tocaba piedra fría.

No podía creer que luego de todas las veces en que habría dado lo que fuera por verle de nuevo, lo había dejado allí y me había ido. Quizás parte de mí quería que yo fuera la que se marchara esta vez. Mi corazón latía frenéticamente y me enfadaba cuánto había significado para mí que me viera en el vestido azul y me dijera que estaba hermosa.

Tendría que verlo en dos días, ¿cómo lo haría?. No verle y saber que no me quería era aparentemente casi tan duro como ser consciente de que le vería y que no me amaba. No tenía idea de cuántos kilómetros iba a tener que correr para sacarme de la cabeza lo que estuviese pasando en Irlanda. Ya no me importaba adquirir su compañía; estaba segura de que Carlisle, con la ayuda de sus hijos, habían puesto mucho esfuerzo en la corporación y que significaba mucho para ellos. Nunca le haría algo así a los Cullen, los quería demasiado.

Además, si seguíamos con esto, Edward tendría que permanecer en la ciudad al menos un mes o dos para las reuniones. No podría soportar verle todas esas veces y que luego tuviera que irse, no me tenía la suficiente fe en mí ni en la persona en que me convertía cuando estaba cerca suyo. Tenía una reputación que quería dejar intacta hasta que esto terminara, quería que se fuera ahora mismo.

Sí, quería que se marchara en este momento y olvidar que alguna vez había estado aquí. Negocios como siempre.

Así que ahora tenía un plan. Le diría al señor Hathaway el lunes por la mañana que ya no estaba interesada en poseer la Corporación C, que mis deseos habían cambiado, y encontraría una compañía más grande y exitosa que cazar para complacerle. No habría reunión el lunes con Edward, sino sólo con sus abogados. Era consciente de que no tenía idea de cómo manejar a Edward y su equipo. Se lo encargaría a Simmons.

Estaba de rodillas con la frente apoyada en la alfombra y los brazos envueltos ajustadamente alrededor de mi torso, aún usando el vestido azul. Estaba segura de que Valentino jamás hubiera querido que tratara a su prenda de esta manera. No tenía las fuerzas suficientes para ir a la cama, todo lo que podía hacer era abrazarme a mí misma e intentar mantenerme en una pieza. Tenía miedo de dormir ya que sabía quién estaría en mis sueños aquella noche.

Puedes hacer esto, Bella. Puedes hacerlo.

Si me lo repetía lo suficiente estaba segura de que me lo grabaría. Me sentía mucha mejor para cuando mis párpados se cerraron.

Esta noche, en la fiesta, sería la primera y última vez que viera a Edward. Me aseguraría de ello.

Estaba en el bosque, en aquel lugar tan familiar. Mi mente estaba acostumbrada a traerme aquí. Podía sentir el crujir de la hierba bajo mis pies.

No, por favor. No.

Estaba suplicando. Me volteé, miré a mis espaldas y entonces la vi. La enredadera de arce. Sus hojas temblaban tenuemente aunque no había viento. ¿Por qué se movían? Entonces la comprensión fluyó, ardiente y amarga. Edward ya no estaba allí, él había provocado la brisa. Se había ido.

Me incorporé rápidamente, arrebatada de mi sueño. Genial, el de las hojas otra vez. Eso era justo lo que necesitaba.

La luz del sol se colaba por la ventana y no tenía idea de qué hora era, sólo sabía que incluso aunque era sábado debería haber estado en la oficina hacía varias horas.

Iba en contra de todo lo que me había impuesto, pero volví a acostarme. Mis ojos estaban pegajosos e hinchados, se sentía mejor cerrarlos. Intenté calmarme.

No hay daño hecho, Bella. ¿Y qué si lo viste otra vez? No es la gran cosa. Has llegado hasta aquí, puedes hacerlo. Esto no es tan malo como la última vez, no tan malo…

Por alguna razón, mis pensamientos vagaron hacia aquella estúpida carta que le había dejado en la casa de Charlie antes de irme a la universidad. La carta que él nunca vería. Había estado tan enojada cuando la había escrito… Había sido mi última mañana en Forks, no había vuelto desde entonces. Sólo había sacando las últimas cosas de mi habitación y las había dejado en la puerta para que Charlie las cargara en el trasto.

Había permanecido al pie de las escaleras, preguntándome si podría controlar el volver allí una vez más, si podría controlar despedirme de todos los recuerdos de mi habitación. Luego de varios minutos deliberando, subí hecha una furia y me detuve en el umbral. Me acerqué hasta la ventana, que jamás había cerrado con llave, y me aseguré de esta vez hacerlo apropiadamente. Recorrí la mecedora con la mano, me acosté en la cama una última vez y me sentí comenzar a temblar. Marqué la mandíbula.

- ¡Esta es la última vez que lloro por ti en mi habitación! - le había gritado a la nada.

Me puse de pie y me sequé el rostro, hice la cama y extendí la manta de mi abuela en el extremo. Encontré un trozo de papel en el cajón de la mesita de luz y garabateé con enfado el mensaje. Sellé el sobre, junto con mi corazón, y me alejé de mi habitación sin mirar atrás.

El problema era que había mirado atrás en mis recuerdos demasiadas veces. Ya no sabía cómo no hacerlo.

El teléfono sonó y me devolvió a la realidad. Me esforcé en pararme con el ajustado vestido y caminé con dificultad hacia la mesa.

- Hola - respondí con voz grave.

- Isabella, he intentado llamarte primero a la oficina, donde estás usualmente a esta hora de la mañana en los domingos. Me alegra haberte encontrado antes de que fueras hacia allí, quiero saber cómo fueron las cosas anoche con 'C'.

Parpadeé e intenté mantenerme coherente.

- Sí, señor Hathaway, me encontré con él anoche y programamos una reunión para las siete de la mañana del lunes.

- Excelente, estoy ansioso por saber cómo procederás para la toma. Ve a mi oficina luego de que hayas terminado.

- Esto… Señor Hathaway, me he adelantado al pensar que ya son lo suficientemente grandes para destrozarlos. Iré a la reunión del lunes para comunicarles que abandonaré los planes en su compañía - hice una mueca, preparándome para su respuesta.

- Isabella - gruñó -. He estado sobre estos documentos todo el tiempo y la Corporación C es un ejemplo de manual para lo que tú haces. Las condiciones no podrían ser más perfectas para la toma - hizo una leve pausa -. No te estás ablandando, ¿verdad?.

Me enderecé, vacilando por un momento.

- No, señor, no. Sólo pienso…

- No te pago para que pienses, Swan, te pago para que atrapes y mates. No tengo que decirte qué pasará con tu futuro con nosotros si decides no obedecer - dijo con voz más suave, más amenazante -. Aquellos que se ablandan nunca obtienen sus nombres en las compañías. Se extenderá el rumor de que has perdido tu talento y nadie más te contratará.

Se me secó la boca y tragué saliva con dificultad.

- Hay otra compañía que he estado observando y que creo que es mucho más conveniente que la Corporación C. Podríamos ganar el doble de dinero en el proceso.

- ¡Tú fuiste la que me avisó de la Corporación C en primer lugar! - bramó -. Ya hemos estado con esto durante un año, ¿tienes una idea de cuánto dinero hemos gastado en mano de obra para averiguar cosas sobre este 'C'?

- No quiero continuar con la toma de la Corporación C - intenté sonar más decidida, más fuerte.

- Swan - su voz era más amable - sé que debes estar algo asustada…

- ¿Asustada? - grité al teléfono -. Le aseguro que no estoy asustada de derrotar a la compañía.

- ¿Entonces por qué no quieres hacerlo? - preguntó con incredulidad.

Porque la empresa pertenece a una familia de vampiros y estoy enamorada de su hijo mayor.

No conseguí una respuesta con suficiente rapidez.

- Isabella - su voz era baja e intensa -. Te he adaptado y convertido en esta perfecta máquina de matar, he sido tu tutor durante los últimos tres años y siempre he estado de tu lado. Nunca te he pedido nada, pero ahora quiero que me hagas enorgullecerme de ti. Te ordeno terminar lo que has empezado. Toma esta compañía o no verás tu nombre al lado del mío en el edificio.

- No le decepcionaré, señor Hathaway - dije con firmeza mientras mi estómago se revolvía.

- Ése es el espíritu - sonaba mucho más jovial -. Te hablaré el lunes.

- Adiós, señor Hathaway.

Esto era un problema.

Luego de mi 'discusión' con el señor Hathaway, tomé una ducha rápida y llegué a la oficina cerca de las 9:30. Simmons ya estaba allí. Él siempre iba al gimnasio temprano los sábados a la mañana y luego venía, con ropa deportiva y en camiseta.

Tenía todo en la sala de conferencias y la enorme mesa hacía todo el trabajo más fácil. Intentó actuar como si todo fuera normal, como si no me hubiera visto llorar la noche anterior. Sabía que me había comportado menos que profesional.

- Oye - dijo - espero que no te moleste pero me tomé la libertad de ordenar el desayuno.

En la mesa había una bebida caliente con el logo de Starbucks.

- Esto es justo lo que necesitaba, gracias - dije, quizás bastante alegre. Saqué mis papeles -. ¿En qué parte te encuentras? Ponme al tanto para seguirte el ritmo en lo que estés haciendo.

Y así el día continuó hasta la una de la tarde cuando Simmons dijo que necesitaba comer algo. Yo había olvidado cualquier cosa relacionada con la comida.

- ¿Te busco algo? - preguntó.

- No, estoy bien - sacudí la cabeza.

- Volveré en veinte minutos - se puso de pie y abandonó la habitación.

Sabía que debía seguir trabajando, pero estaba exhausta gracias a todo lo que había sucedido anoche. Recosté la cabeza contra la mesa y me dije que cerraría los ojos por sólo un minuto.

Desperté para ver a Simmons revolviendo los archivos de la compra de una compañía en Francia por parte de la Corporación C en 1953. Me enderecé y miré mi reloj; eran las tres y media de la tarde.

- Demonios, lo siento. ¿Por qué no me despertaste?.

Parpadeé mientras comenzaba a revisar los papeles.

- Parecía que te iría bien un descanso - dijo secamente.

Me froté el rostro y volví al bosquejo del reporte que planeaba darle a los abogados de la Corporación C el lunes.

- Te he traído algo de comida - dijo.

- Dije que estaba bien - repliqué.

- Los humanos comen - repuso sin levantar la mirada.

Me entregó un bote lleno de carne y arroz. Pinché con el tenedor la comida -ahora fría- sin entusiasmo.

- Bella, ¿te importaría si te pregunto algo? - inquirió, titubeante.

- Sí, en realidad sí me importaría - dije con dureza, sin dejar de mirar mis papeles.

- Hablaste en sueños - no era una pregunta. Le observé con lentitud -. Dijiste 'Edward' tres veces - indicó con suavidad, mirándome con preocupación en sus ojos castaños.

- Debo tener esta compañía en la cabeza - sonreí.

- No creo que sea eso - ahora hablaba con más confianza.

Mantuve la cabeza gacha y continué escribiendo. Le escuché lanzar un suspiro exasperado pero le ignoré.

- Bella, no puedo ir a esta reunión el lunes sin saber qué tienes en la mente. Cambiaste tan pronto como viste a Edward Cullen anoche. Si no quieres hablar conmigo está bien, pero necesitas conversar con alguien y, hasta donde sé, soy tu único amigo.

- Oh, ¿tú eres mi amigo? - le fulminé con la mirada -. ¡No sabía que los amigos se venden los unos a los otros por entradas en la línea de cincuenta yardas!

- Sólo le dije que podía sentarse junto a ti - retrocedió, haciendo una mueca -. No le ofrecí a tu primogénito.

- No eres mi único amigo - puse los ojos en blanco -. Tengo muchos.

Se enderezó, mirándome con una de las comisuras de sus labios elevándose. Parecía querer reírse pero lo dejó correr.

- Obviamente conoces a este tal Cullen de algún lado y definitivamente tienen alguna historia- dijo con seriedad, removiéndose incómodo en su asiento

- Obviamente te has equivocado de profesión, deberías ser detective – bufé.

- He visto algo anoche que no he visto ni una sola vez en los dos años en que hemos trabajado juntos - entrecerró los ojos, inclinándose hacia mí -. Tus defensas desaparecieron; no todas, pero algunas. Pensaba que era una fortaleza, impenetrable. Tú estabas, o todavía estás, enamorada de ese tipo.

Me tensé en mi silla.

- Estás equivocado, completa y totalmente fuera de punto - espeté.

No retrocedió.

- Antes de Thomas Vaughn, ¿cuándo fue tu última cita?.

Crispé el rostro.

- ¿Qué tiene eso que ver?

- Sólo compláceme. ¿Cuándo fue tu última cita? - yo vacilé, insegura -. ¿Saliste en la universidad?

- No, estaba demasiada ocupada estudiando para ser más inteligente que tú - repliqué.

- ¿Saliste en la escuela secundaria?

- Claro - intenté sonar casual.

- Entonces tu última cita fue cuando tenías… diecisiete o dieciocho, ¿verdad?.

- Algo así - murmuré.

- Fuiste a la secundaria en el norte de Washington y el Hospital de Forks está allí, así que… mi suposición es que tu última cita fue con él - se acomodó en su asiento con arrogancia como si fuera Sherlock Holmes resolviendo un caso. Lo único que le faltaba era la pipa y el sombrero gracioso.

Lancé una carcajada.

- No tienes idea de qué estás diciendo.

- Oh, sí que lo hago - dijo, serio otra vez.

- Conozco a muchos hombres - repuse, desafiante.

- Nombra dos.

- Philip y Oscar - dije, triunfal.

- ¿Quiénes son esos? - preguntó, gesticulando con la mano.

Murmuré algo ininteligible y él colocó una mano en su oído.

- ¿Qué fue eso? No lo escuché.

- Son los vigilantes de mi edificio, ¿de acuerdo? - crucé los brazos, mirando los papeles.

Simmons no se movió, sólo alzó una ceja y suspiró.

- Bella, antes de que vayamos a esta reunión el lunes quiero saber una sola cosa. ¿Estás enamorada de Edward Cullen?.

- De ninguna manera - respondí.

Se puso de pie, exasperado, y caminó de un lado a otro por la habitación. Se detuvo y se recostó contra una pared lejana a la mesa, pasándose las manos por el cabello con aire pensativo.

- Podría haber sido peor, ¿sabes?. Parece un tipo agradable para ser tan joven, es exitoso y rico. Ninguna mujer podía sacarle los ojos de encima. Afortunadamente él y su hermano se marcharon antes de que Giselle los viera. Thomas Vaughn estaba parado junto a él y nadie ni siquiera lo miraba…

- Cállate, ¿de acuerdo?

Tenía que interrumpirlo. Que me recordaran las cualidades de Edward era lo último que necesitaba en ese momento.

- Tu reunión aquella noche no duró mucho y Jasper fue extremadamente evasivo cuando intenté conseguir información - dijo con la voz más baja, acercándose hasta la mesa e inclinándose para mirarme directo al rostro -. Cuando te fuiste estabas llorando… algo emocionalmente, lo que me dice que hace mucho tiempo él hizo algo que te hirió y que te ha hecho pasar los últimos siete años tratando de seguir tu propio camino, de olvidar. Creo que ése es el propósito de tus defensas, lo que hace que ya no seas humana.

Le miré atónita. La ironía en lo que estaba diciendo no pasaba desapercibida para mí.

- Aún tenemos mucho trabajo que hacer - dije con voz áspera. Sólo quería que no hablara más y lo dejara correr.

- ¿Estás enamorada de Edward Cullen? - sus ojos taladraban los míos.

- Ya respondí esa pregunta - dije, enfadada.

- Maldita sea, Bella - golpeó la mesa -. ¿Amas a Edward Cullen?.

- No importa - dije dolorosamente.

Dejó escapar el aire en un frustrado resoplido.

- Si no importa, entonces dímelo - me miró con compasión -. Si supiera lo que está pasando, podría ayudar y hacerlo más fácil. También yo estoy involucrado en esto, ¿sabes?. Somos un equipo, Bella. ¿Sigues enamorada de él?.

Me mordí el labio y sentí las lágrimas en las comisuras de mis ojos. Las contuve.

No podía decir las palabras así que sólo asentí.

- Gracias - se puso de pie, luciendo aliviado, y colocó las manos en sus caderas mientras me observaba con cautela -. Ahora necesito saber cómo planeas arrebatarle la compañía al hombre que amas.

- Había decidido que dejaría todo - tomé un profundo respiro - pero el señor Hathaway me llamó esta mañana y, yendo al grano, me acusó de estar ablandándome y me dijo que mi futuro en la compañía estaba en juego en este asunto.

- ¿Qué? - sacudió las manos en el aire y luego las colocó tras su cabeza -. En realidad, creo que no me sorprende - dijo con tristeza -. ¿Qué harás?

- No tengo futuro con Edward - suspiré -. Estoy segura de que él y su familia tienen numerosos recursos en otros lugares y de todas formas sacarán millones de esto. Seguiré, seré tan dura como siempre lo he sido y lo terminaré rápido. Él se irá y, para mí, todo volverá a los negocios.

- ¿Eso es lo que realmente quieres? - preguntó, dudoso.

- Absolutamente - respondí sin vacilar. Le apunté con un dedo -. Y otra cosa más. Te despediré enseguida si tratas de hacer otra vez eso de unir parejas. Si descubro que Edward Cullen tiene mi número en la oficina, el de mi casa o el de mi móvil privado, te haré responsable y te habrás ido. No le dirás dónde vivo, no le dejarás entrar en mi oficina y no intentarás encontrar una manera de hallar una situación donde nos quedemos solos. Dile a todo el equipo que nadie puede hablar con ellos.

No iba a arriesgarme. Edward y Jasper podían deslumbrar a una persona que está famélica y encuentra un trozo de pan.

- Bien - fruncía los labios en una fina línea.

- Y otra cosa más - sabía que iba a sonar extraño, pero era necesario decirlo -. Cuando estemos alrededor del señor Cullen no debes, bajo ninguna circunstancia, pensar sobre lo que te he dicho de mis sentimientos por él.

- ¿Quieres que controle mis pensamientos a su alrededor? - su expresión era precavida.

Intenté encontrar la manera correcta de decirlo.

- Él es… muy… perceptivo… sobre lo que otros piensan. Llámalo un don - tenía que hacer que le tuviera miedo a Edward, al menos un poco -. Me temo que si descubre lo que siento, lo intentará usar en mi contra como ventaja, así que no debes pensar en nada de esto, ¿de acuerdo?. También sería una buena idea si intentaras no pensar sobre nuestra estrategia.

- De acuerdo - aceptó con sumisión. Podía ver que su impresión de Edward estaba cambiando y eso era bueno. Necesitaba un poco de miedo saludable.

Me estaba comenzando a sentir mejor; dos o tres meses más y luego de vuelta al trabajo.

Sin una sola palabra más, bajamos la mirada y volvimos a los papeles. Estaba a punto de embarcarme en la batalla de mi vida.

Nunca había perdido y no iba a comenzar ahora.

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Definitivamente el comienzo fue muy pero muy triste,a mi parecer !!Mas cuando Hathaway la obliga a seguir !!Pero me mato la advertencia de Bella a Simmons "Bajo ninguna circunstancia"xD y ustedes que opinan ?? (RECUERDEN QUE LA HISTORIA NO ES MIA!)

Bessos mis amores !!Las quieroo

LAP

2 comentarios:

Beth dijo...

El pobre Simmons está un poco asustado después de todas las advertencias. Y menos mal que no se le ha ocurrido decir "no te quedes a solas con él", "no se te ocurra sangrar" o "no le expongas el cuello" porque si no le da algo.
Que buena la historia, pero que pena por Edward: si al menos dejara que se explicara...
Besos Lap, ya por hoy tenemos bastante, no? (es que el sueño aprieta)

Regina dijo...

Aiiii me gusta mucho esta historia y comprendo perfectamente que te guste!! Ya se porque se te hacen tan cortos mis capitulos jaja pero a mi esto tambien se me hacen cortos tu crees jaja te dejo un beso grande mi LAP nos estamos leyendo!!