Capítulo III: Fechas, nombres y datos
(Bella's Point of View)Había estado en la oficina durante toda la mañana del domingo. Era mi horario favorito ya que nadie se acercaba allí ese día excepto los que se exigían tanto de sí mismos como yo, y nos manteníamos los unos fuera del camino de los otros. Era un tanto extraño qué tan silencioso se encontraba el distrito financiero los domingos. De lunes a viernes definitivamente lo compensaba.
Volví a casa para poder prepararme para mí 'cita'. Vaughn me recogería en quince minutos y no quería que subiera a mi apartamento, por lo que le recibiría en el vestíbulo. Sentía las nauseas alzándose en mi garganta. Quizás todas las vanas esperanzas de enfermar para poder cancelar la cita de ese día finalmente habían funcionado y mi subconsciente me había dado un violento caso de gripe estomacal. Un caso de E-Coli no estaría mal. Tal vez algo de Fiebre Escarlata.
No quería hacer esto. Odiaba sentirlo otra vez, prepararse para una cita, saber quién viene a buscarme, tener expectativas de qué tal irá todo. Nunca quería pasar por esto otra vez. Dolía tanto… ¿Y si intentaba tomarme la mano? Sólo recordaba manos frías entrelazadas con las mías y no quería que las de ningún otro cambiara ese recuerdo.
A veces me preguntaba si mi memoria era de verdad un colador, como Edward había dicho. Así como me esforzaba tanto en no pensar en él, también intentaba no olvidar. Mi mayor miedo era que todo se iría, que lentamente empezaría a dejar de recordar. Le maldecía con frecuencia por haberse llevado las fotografías cuando se había ido pero parte de mí sabía que las hubiera mirado demasiado seguido. No podía pensar en él, pero tampoco tenía que olvidarlo.
Prohibiéndome recordar pero aterrada del olvido; había sido un modo difícil de vivir.
Estaba yendo y viniendo en el salón con mis brazos envueltos instintivamente alrededor de mi cintura, intentando decirme a mí misma que serían tan sólo unas pocas horas y luego no tendría que verle otra vez, cuando el timbre sonó -demasiado pronto- y me dirigí al vestíbulo.
Fui bienvenida otra vez por esa sonrisa de victoria de partido. Estaba usando un pálido traje de Levi's que le favorecía bastante, holgado en los sitios correctos y que usaba de una manera que le hacía lucir cómodo. Calzaba unas bajas botas negras y una camisa azul oscuro con botones al frente, bajo la cual podía verse una camiseta blanca. La oscura hacía que sus ojos azules lucieran tan opacos que eran casi negros. Tragué saliva con dificultad y en lugar de eso miré sus musculosos brazos.
Una hora más tarde caminábamos por un camino bordeado de árboles que se dirigía al Central Park. Vaughn había comprado un bocadillo, cálido y de buen sabor. Los niños jugaban en la plaza cercana y había gente sentada en los banquillos que adornaban el camino. Era un precioso día de otoño y las hojas estaban en el apogeo de su cambio.
Siempre que veía una hoja cambiando de color, mi mente siempre viajaba a aquel otoño de hacía siete años, el otoño del que no recordaba nada.
Vaughn volteó su rostro hacia mí.
- Durante la temporada mi vida es bastante intensa. Tengo una reunión temprano al amanecer y debo estar en el estadio a las tres de la tarde de mañana. Espero que no te moleste que no haya planeado nada más elaborado que una caminata por el Central Park, sólo quería conocerte y ésta parecía el mejor modo - explicó.
- El fútbol es bastante parecido a los negocios - dije, cínica.
- No estás para nada lejos de la verdad - respondió, soltando el aire de golpe.
Había vivido cruzando el parque por dos años y nunca antes había estado aquí para algo que no fuera correr. No recordaba la última vez que había salido sólo por el placer de hacerlo o para mirar un árbol.
Usaba una cazadora ligera que había resultado ser perfecta, caminando con las manos en los bolsillos para no darle ninguna oportunidad. Gradualmente, la conversación comenzó a distenderse.
- Gracias otra vez por aceptar verme hoy - dijo antes de dar otro mordisco.
- Es la tercera vez que me lo has dicho - repuse.
- Bueno, luego del viernes por la noche en la cena… - rió, sacudiendo la cabeza -. Te vi entrar y me robaste el aliento - me miró y sonrió -. Luego vi cómo durante toda la velada rechazabas a cada hombre que se te acercaba. Fueron diecisiete en total.
- ¿Los contaste? - pregunté, sorprendida.
- Creo que les has bajado varios puntos a su masculinidad a varios de ellos - dijo haciendo una mueca. Sonreí -. Era mucho más intrigante verte a ti en vez de estar en esa aburrida fiesta. Estaba muerto de miedo de acercarme pero, como dije, hubiera lamentado toda mi vida no haberlo hecho - rió entre dientes un poco antes de continuar -. Además la última temporada enfrenté a la entera línea defensiva de los Chicago Bears y viví para contarlo. Eso me dio coraje - se detuvo para mirarme y le imité. Iba a decir algo más -. Casi me fui sin hablarte pero luego pensé en cómo rechazaste a cuatro estrellas de cine, dos productores, un senador, un famoso diseñador, un juez de la corte federal, cuatro jugadores de los Yankees, tres de los Knicks y al dueño de Los Giants, mi jefe. Pensé que si también me rechazabas, al menos estaría en buena compañía.
Le observé fijamente un momento antes de volver a caminar.
- Tal vez malinterpretaste mis acciones. Estaba haciéndoles un favor al negarme, no soy ningún premio, ninguna diversión.
Me alcanzó y dijo:
- ¿Ninguna diversión? Yo me estoy divirtiendo.
- Estás divirtiéndote a mi costa, no conmigo - sonreí levemente.
Se detuvo y me miró de nuevo. Comió el último bocado y mientras masticaba tomó mi mano, sacándola de mi bolsillo, comenzando a guiarme fuera del camino, hacia el césped. Era cálida, fuerte y grande. Tragué saliva con dificultad ante los recuerdos que comenzaron a filtrarse a través de mis defensas. Me resistí a seguirle e intenté clavar mis pies en el suelo. Se volteó, tragando el bocado.
- Ven al carrusel conmigo.
Miré atrás de él y, efectivamente, pasando los árboles a través del claro, había un carrusel. Intentó tirar de mí otra vez.
- ¿Carruqué…? No, es decir, es ridículo. Es para niños - protesté.
Se volteó otra vez y siguió tirando de mí.
- ¿No tienes todavía una pequeña niña adentro tuyo? ¿No hay una parte de ti que no quiere crecer, que no quiere envejecer?
Retrocedí. Cerré los ojos ante el dolor de lo que había dicho. Una vez había conocido a un chico que nunca se haría mayor y que me dejó para nunca volver.
Vaughn pudo sentir que algo había cambiado. Se detuvo y volvió a mirarme.
- Isabella, ¿estás bien?
Escuché la voz de Simmons en mi cabeza. 'Estás viva'.
- Si, estoy bien - dije con tono suave, asintiendo débilmente -. Vamos.
Dimos tres vueltas en el carrusel e intenté con todas mis fuerzas encontrar una parte de mí que estuviera viva.
El lunes a la mañana Simmons me encontró en las puertas giratorias que daban entrada a nuestra torre de oficinas.
- Lo que sea que hayas hecho con Thomas Vaughn, continúa. ¡Estuvo increíble en el juego de anoche! - dijo.
Le fulminé con la mirada y le gruñí a mi café de Starbucks. Había tenido un sueño extraño la noche anterior del cual había despertado a las cuatro y, como no había manera de que volviera a la cama, me había levantado para ir a correr. Hice nueve kilómetros y aún no podía sacarme el sueño de la cabeza. No estaba de humor para hablar sobre Vaughn.
- Buenos días, Señorita Swan - saludó una de los internos mientras me dirigía mi oficina.
- Grrrr - fue todo lo que pude responder.
Se apretujó contra la pared e hizo una mueca mientras yo me alejaba.
Soñar con cosas indeseadas no era modo de empezar el lunes a la mañana. Pasé junto al escritorio de mi secretaria, agradeciendo que Sally no llegara hasta las ocho. No estaba de humor para escuchar su tedioso parloteo. Entré a mi oficina y tomé un par de cosas de mi escritorio antes de partir hacia la sala de conferencias. Hoy tendríamos una reunión con nuestros principales contables. Siempre se realizaba a mediados de octubre para comprobar los resultados de aquel año y establecer objetivos para el siguiente. No había descansos en Berkshire-Hathaway; si lo hacías, aquellos corriendo atrás tuyo te aplastarían hasta la muerte.
Entré a la sala y tomé asiento, sacando mi laptop parar tipear las notas incluso aunque tuviera a una asistente personal sentada a mi lado que escribía cada palabra hablada. No confiaba en nadie para conservar la información que consideraba más importante.
El señor Hathaway entró y todos en la sala se pusieron de pie. Recibió una entusiasta ronda de aplausos de los contables. Lo merecía, había hecho ganar billones este año. Alzó la mano para detenerles y comenzó su preparado discurso.
- Me gustaría agradecer a todos por su dedicación en la compañía durante el pasado año. Hemos tenido un crecimiento sin precedentes… - siguió hablando pero, aunque intentaba, no podía sacar de mi cabeza el sueño.
Usualmente soñaba sobre cosas del pasado, cosas que intentaba contener con tal esfuerzo en mi mente que no tenían otra opción más que resurgir mientras dormía. Tantas veces había soñado que estaba perdida, corriendo en la oscuridad sin idea de a dónde ir, qué dirección tomar… Pero esta vez, fue completamente diferente.
Estaba de pie sobre el hielo, hacía frío y podía ver mi aliento cada vez que exhalaba. En este sueño no estaba perdida. Estaba tan desesperadamente intentando correr hacia alguien, pero no podía moverme… La superficie era tan resbaladiza que me mantenía en el mismo lugar y aún así mis pies continuaban deslizándose cada vez que intentaba pararme. Se sentía tan real que podía palpar el hielo frío y agudo bajo mis palmas mientras ponía las manos para intentar atajarme cada vez que caía. Estaba tan ansiosa por poder correr, encontrar a esa persona…
Entonces escuché una voz familiar decir 'Bella, te quiero'.
- …Y ahora pasamos a la señorita Swan - volví a la realidad cuando escuché mi nombre. El señor Hathaway se acercó hasta quedar justo a mi lado, apoyando una mano en mi hombro -. Nunca en toda mi carrera he visto tanta dedicación y tenacidad en una persona. Desearía que mi socio, Franklin Berkshire, pudiera haberla conocido. Ha sobrepasado todas las expectativas que tenía y estoy ciertamente alegre de haberla conseguido antes que los de Baxter, Tubman & Cohen pusieran sus manos en ella, o de otro modo hoy en día estaríamos temiéndola en lugar de disfrutar sus logros.
Hubo un escaso segundo de risas amables. Pensé que había terminado a juzgar por la pausa y, aliviada, me encogí un poco en mi asiento, cuando de repente volvió a hablar sobre mí otra vez.
- Algunos en esta sala saben lo que voy a decir. Lo he discutido con todos los principales contables y el representante legal y la decisión es unánime. A partir del primero de enero del siguiente año, esta compañía ya no será conocida como Bershire-Hathaway sino como Berkshire-Hathaway-Swan.
Altos aplausos y gritos resonaron en la sala. Estaba atónita. Mis ojos se dilataron y mi boca se entreabrió cuando lo que había dicho tomó significado: una de las más grandes compañías del mundo portaría mi nombre. Haría ganar millones al año, iba a ser una de las jugadores de mayor proporción. Esta era la clase de cosas que merecen una foto en la primera plana del New York Times, Fortune Magazine, Money Magazine, Time y Newsweek. Mi futuro estaba planeado y, además, cuando esto fuera anunciado, estaría tan ocupada con cualquier interferencia externa que no podría salir con Vaughn ni con nadie más.
Me puse de pie y el señor Hathaway estrechó mi mano.
- ¡Sí! - grité, alzando un puño en el aire.
La ronda de aplausos comenzó otra vez.
Simmons y yo estábamos en Chicago siguiéndole el rastro a 'C'. Luego de un montón de investigaciones y sobornos ilegales, logramos extraer ciertos archivos que demostraban que la Corporación C había dado inicios en esa ciudad.
Al parecer, en 1906 'C' había tenido su primer acción como compañía invirtiendo en coches de carga viajando desde Illinois hacia el noroeste del pacífico, hasta Alaska. Fruncí el entrecejo mientras leía los expedientes financieros. No había duda de que este hombre había sido inteligente; sabía que era hombre porque en ese entonces las mujeres no tenían permitido poseer o vender propiedades con tal libertad. Cada transacción, cada documento, estaba rodeado del más profundo secreto. Estaba impresionada y frustrada a partes iguales ante este misterioso hombre.
En 1920 parecía que había dos hombres trabajando juntos aunque uno no era tan frecuente en las operaciones del día a día como el otro. De hecho, al parecer por un largo período de años uno de ellos había seguido su propio camino. Luego, en las décadas de 1930 y 1940, había al menos cuatro personas involucradas.
¿Cómo se las habían arreglado para mantener todo en tal secreto?.
- Simmons - dije -. Uno de estos hombres en algún punto debió hacer una llamada telefónica de una línea registrada, utilizar una computadora que pueda rastrearse o hablar con una persona en carne y hueso que pueda darnos información - bajé la mirada a la lista de compañías. Había al menos trescientos con las que estaban involucrados y yo tenía cuarenta y cinco internos a mi disposición. Me volteé para mirar a Simmons -. Quiero que dividas la lista de nuestros empleados. Cada uno investigará al menos tres compañías al menos por un mes para obtener la información necesaria que estamos buscando. No me importa si es una huella digital en un trozo de papel que 'C' pueda haber tocado o si alguien lo vio allá en 1972. Quiero todo lo que puedan conseguir - me había puesto de pie, caminando de un lado a otro con ansiedad. Me giré otra vez hacia Simmons -. Dile a los internos que al que encuentre una pista valiosa le recompensaré cuando mi nombre sea colocado en el edificio. Recibirá un ascenso y un salario que apenas pueda imaginar.
- ¿Pista valiosa? - Simmons alzó las cejas -. ¿Qué somos? ¿Niños de ocho años?
Le fulminé con la mirada.
- ¡Sólo hazlo! - gruñí.
Se sobresaltó y estaba abandonando la habitación para comunicar mi encargo cuando se volteó para mirarme otra vez.
- Entonces, ¿cómo va la cosa entre tú y Vaughn?.
- Nada - murmuré.
- Saliste con él otra vez, eso es bastante - dijo con entusiasmo.
- No voy a verlo de nuevo - repuse con decisión.
- ¿Fue tu elección o la suya?
Había salido con Vaughn una vez más luego de nuestra caminata por el Central Park. Me había llevado a cenar al muelle en un yate. La cita había estado perfecta, la conversación relajada e interesante y él se veía muy guapo en su traje. Habíamos bailado una canción lenta de una banda de entre los años 1940 y 1950, hablando y sonriendo, cuando de repente el grupo comenzó a tocar una canción que ya había escuchado una vez antes.
Era verano y la lluvia susurraba en el exterior mientras leía Orgullo y Prejuicio en mi sofá. Él tocaba el piano y, súbitamente, la melodía cambió. Comenzó a cantar para mí con su voz aterciopelada; las palabras eran hermosas e inolvidables y las notas aún revoloteaban en el aire cuando se acercó hacia mí en el sofá. Besó las lágrimas de mis mejillas y probó una de ellas, apartándome con suavidad el libro de mis manos y apoyándolo en el suelo mientras, lentamente, se inclinaba hasta presionar sus labios contra los míos.
Me tensé y encajé los dientes. Las heridas sin curar de mi pecho parecían palpitar y sangrar; tenía los ojos vidriosos y me tragué la emoción con dificultad. Vaughn nunca supo qué pasó pero, para mí, la noche había terminado.
Continuamos con la charla y sonreí cuando me llevó al vestíbulo. Cuando intentó besarme como despedida, giré el rostro de modo que ofrecí mi mejilla y me precipité al elevador.
Me desperté a las cuatro y corrí diez kilómetros. Vaughn llamó luego aquella mañana, dos veces en la tarde, una vez más durante la noche y otra última vez antes de su juego del domingo. Nunca respondí el teléfono.
- Fue mi elección - espeté.
- Bueno, eso explicaría lo mal que jugó el domingo. El entrenador lo sacó y no jugó ni siquiera el último cuarto.
- No me hagas responsable por cómo juega - le fulminé con la mirada -. Tú eres el culpable de que hayamos salido en primer lugar, sabiendo cómo terminaría todo.
- Bueno - asintió, de acuerdo - había esperado que encendiera alguna pequeña chispa adentro tuyo.
- Tengo mucha chispa - siseé -. Ahora ve al teléfono y habla con los internos antes que le ofrezca a uno de ellos tu trabajo.
- No podrías pagarle lo suficiente para que te soportara - bromeó.
Me volteé y le lancé una mirada amenazante. Se marchó.
Al menos, buscar a 'C' le había dado a mi mente algo en lo que pensar. Estaba dedicando a esto todo mi tiempo, era justo lo que necesitaba para apartar mis pensamientos de él.
Esto se había convertido en una bien recibida distracción.
---------------------------------------------------------------------------
Hola chicas les quiero decir que este fic no es mio..ni siquiera lo traduci yo sii,solo que me gusta mucho y quiero compartirlo con ustedes !!
Sabes yo tambien voii por el capitulo tres asique dejare mi comentario del mismo en el capitulo 4 o de ultima a continuacion !!!xD besso y espero que les agrade la historia tanto como a mi !!
LAP
2 comentarios:
Ya que estaba despierta aproveché.
Ya lo dice ella, "las heridas abiertas" no es que no pueda ser feliz, es que no quiere y no se lo reprocho: tuvo el cielo y se quedó vacía.
Besossssssssssssssssss
me gusta pero ella deberia estar con el jugador de futbol ya que edward no va a volver y ademas ahora ella es mucho mas mayor que el espero el proximo capitulo y por sierto que paso con jake
Publicar un comentario