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viernes, 4 de junio de 2010

Perdida .. capitulo 12:Munición


Capítulo XII: Munición

(Bella's Point of View)

Era tarde en la noche del domingo y estaba en la oficina, trabajando en la propuesta de una firma que quería contratarnos para manejar sus ganancias siendo transferidas a una cuenta bancaria fuera de las operaciones de sus inversiones. El sábado había llamado al señor Hathaway para convencerle de que yo era la mejor para la tarea; ellos querían hacer una transacción de tres billones de dólares y no queríamos arriesgar perderlos.

Pero la verdad era que me aferraba a cualquier cosa que pudiera mantener la mente ocupada para no pensar en el viernes, en el baile con Edward.

Estaba a mitad de escribir sobre nuestra especialidad en las transferencias de grandes cantidades de dinero cuando mi móvil sonó.

- Hola, Bells.

Era Jake.

Su áspera voz familiar me hizo sentir una intensa añoranza. Mil recuerdos asaltaron mi mente, alejándome de aquel rascacielos y llevándome a una playa rocosa sembrada de maderas que flotaban a la deriva. Mi mente recordó el garaje fabricado con plásticos, refrescos calientes en una bolsa de papel, una habitación diminuta con un raído canapé, el calor febril de su mano grande en torno a la mía, el relampagueo de sus dientes blancos contra su piel oscura.

Casi podía ver la sonrisa en su rostro.

- Es genial escuchar tu voz, Jake - respondí. Nos habíamos escrito mensajes de texto pero no habíamos hablado desde mi cumpleaños.

- ¿Estás en la oficina un domingo por la noche? - me reprochó.

- Sí, estoy pensando en trasladar mi cama aquí - hablaba medio en broma, medio en serio.

- Trabajas demasiado y yo tengo la solución justa - dijo con voz autoritaria.

- ¿Ah, sí? ¿Y cuál sería?

- Ven aquí para el Día de Gracias - repuso con tono sincero. Cuando no respondí, él suspiró -. Ah, vamos, Bells, no pueden encerrarte en la oficina ese día. Es ilegal o algo así.

Reí.

- No lo sé, Jake. No es que no quiera, es sólo que no es un buen momento para irme.

- Vienes el miércoles por la noche, vuelves el viernes a la mañana. Ni siquiera tienes que quedarte el fin de semana, sólo danos un día.

Lo hacía sonar tan fácil.

Nunca podía negarle nada a Jake. Bueno, casi nunca. Si no le hubiera rechazado hacía tantos años, probablemente ahora estaríamos juntos. Suspiré ante la idea de lo bueno que sería pasar un fin de semana relajante en La Push: la comida sería deliciosa y todos estarían felices de verme. No habría recordatorios de lo que estaba sucediendo aquí. Ciertamente no quería un fotógrafo siguiéndome por todos lados pero, mayormente, no habría un rostro de ángel al que tendría que mirar y que me hiciera recordar lo que había perdido.

- ¿Charlie te pidió que hicieras esto? - pregunté con sospecha.

- Soy un cómplice voluntario - respondió.

- ¿Cómo está?

Era horrible escribirle. Le llamaba de vez en cuando pero él era aún peor que yo en esto de mantenerse en contacto.

- Solitario. Te echa de menos y espera que aceptes.

- No tienes vergüenza, Jake - reí -. Te llamaré mañana y veré que hago, ¿de acuerdo?.

- Te extraño, Bella.

- Yo también, Jake.

Luego de colgar, miré mi móvil. Esta era la tercera invitación, las otras dos habían sido de Renée y Vaughn.

Renée nunca había cocinado un pavo en su vida. Bueno, hubo un año cuando yo tenía once en que sí lo hizo, pero no contaba porque los bomberos habían venido a salvarnos. Todavía recordaba su explicación del incendio ('¡Lo siento tanto! ¡No tenía idea de que había que retirar el plástico antes de cocinarlo!.'). Ese había sido el año del Día de Gracias de pastas y queso. Yo me había ocupado de la cena exclusivamente luego de aquello.

Había pasado el pasado Día de Gracias con ella. Extrañaba a mi madre, pero no quería estar todo el fin de semana escuchando sus comentarios sobre los círculos oscuros bajo mis ojos y definitivamente no quería que intentara hacerme comer argumentando qué tan delgada estaba. Había llamado ayer después de ver la portada de la revista y estaba histérica. Histéricamente feliz. Comenzó a balbucear sobre la boda en primavera y nietos, y aún luego de treinta minutos intentando explicarle que el artículo era una mentira, creo que no la había convencido.

Realmente no quería pasar por eso de nuevo el Día de Gracias.

No estaba segura de qué hacer con respecto a Vaughn. Iba a jugar ese día y él y su familia estarían en la ciudad para el partido. Me había invitado al juego, con asientos al lado de sus padres y su hermana, para luego a volver a su casa donde su madre cocinaría la cena. Aquello sonaba demasiado serio, estaba intentando presentarme a su familia y yo no podía hacer eso.

La diferencia entre besar a Vaughn y bailar con Edward había sido tanta que era casi absurda.

Hice una mueca. No quería lastimarle, quería que entendiera que yo estaba simplemente demasiado dañada como para amarle, a él o a cualquier otro. Era sólo mala suerte de su parte que se viera atraído hacia mí.

Podría pasar la noche en la oficina y actuar como si fuera un día normal, reduciría montañas de trabajo por hacer y nadie aquí me molestaría.

El principal problema de ir a ver a Jake y Charlie era que no había estado allí hacía más de cinco años. Nunca había planeado volver; nos habíamos encontrado en Seattle un par de veces para pasar el fin de semana, pero eso había sido todo. Esta vez, más que ninguna otra, sería muy difícil.

Me pregunté qué pensaría Jake si supiera que Edward estaba aquí y sonreí con malicia internamente al preguntarme qué pensaría Edward si supiera que iría a La Push a pasar el Día de Gracias con licántropos.

De repente me congelé.

Edward había hecho un trabajo monumental en las negociaciones, su don de poder leer mentes y su brillantez habían aniquilado muchas de nuestras estrategias.

Se había marchado meses antes de que Jacob se transformara.

Me puse de pie y comencé a pasear de un lado a otro en la habitación.

Era consciente de que acababa de encontrar la munición que necesitaba para enturbiar las aguas de su perfecta mente de vampiro. Había tenido un plan hacía unas semanas ya, pero Edward era siempre tan consciente de todo lo que estaba sucediendo que había pensado que sería imposible concretarlo. Quizás finalmente había encontrado el modo.

Aún así había un problema, y era que si mi plan tenía éxito, existía la chance de que Edward se fuera en menos de una semana y tenía miedo de cuánto me lastimaría aquello. Siempre había sabido que ese día llegaría y había pensado que lo haría poco tiempo después del año nuevo. No quería que se fuera.

Me senté junto al escritorio abrazándome el torso, intentando decidir qué hacer. Triunfar con mi plan, y posiblemente hacer que Edward se fuera en pocos días, o prolongar esta tortura de verlo todo el tiempo sabiendo que, de cualquier manera, terminaría yéndose igual. Podía bailar conmigo, cantarme canciones al oído y abrazarme tan fuerte como pudiera, pero en algún punto yo entraría en la sala de conferencias sabiendo que nunca le vería de nuevo. Y tendría que verle marchar.

Mis heridas ardieron como si ya se hubiera ido.

Me mordí el labio, batallando una guerra en mi mente, sabiendo que no podría dejar que mi corazón decidiera en esta lucha. Tenía que tratar esto como si fuese cualquier otro negocio, de una manera que me mantuviera cuerda. Tenía que pensar en mí y en mi vida, aunque fuera tan patética. Tenía un futuro en esta compañía que debía considerar, tenía que protegerme a mí misma. Racional, sensata, lógica, inteligente y compuesta, esas eran las palabras que solían describirme antes de haber visto a Edward otra vez. Tenía que salvarme.

Si hacía esto ahora, debería permitir algunas cosas en el trato. Mi firma nunca conseguiría a sus compañías de Francia, Italia y Alaska; la Corporación C las protegía demasiado bien. No me importaba, obtendría lo que pudiera. Sólo tenía que terminar con esto.

Me incliné hacia el escritorio con la cabeza en las manos.

Edward probablemente me odiaría si hiciera esto y su familia se sentiría traicionada, pero él había dicho el viernes a la noche 'El lunes puedes volver a los negocios y hacer tu mejor intento en la sala de conferencias'.

Tragué en grueso, sintiendo la boca seca y amarga. Este no era el sabor de la caza que amaba tanto, era mucho más siniestro. Me preocupaba que la desesperación estuviera nublando mi buen juicio y que estuviera poniendo por encima de todo la necesidad de alejarme de Edward.

No. Tenía que hacer esto. Lo haría.

Iba a contar con ventaja, todo lo que usaría contra Edward eran cosas que recordaba de cuando él decía que me quería. Probablemente ahora no le importaba, pero valía la pena correr el riesgo.

Llamé a Simmons, le dije que viniera a la oficina a las seis de la mañana, una hora antes de la reunión, y empecé a trazar mi plan. Tenía muchas otras llamadas que hacer.

Nunca había perdido y no tenía intención de comenzar ahora.

- ¿Quieres que haga qué? – preguntó Simmons con incredulidad, observándome con sus oscuros ojos castaños.

Alcé las manos a la defensiva.

- Mira sé que suena demente, pero nada más está funcionando y quiero ver si esto lo hará.

- ¿De verdad estás esperando que lea mi mente o algo así? Hay muchas cosas que no me has dicho de Edward Cullen, ¿verdad? - su rostro mostraba sospecha.

Simmons, no tienes ni idea. Eso fue lo que pensé, pero en lugar de eso dije:

- No seas ridículo, lo que él hace es una especie de truco inteligente que solía usar en fiestas para hacer creer a la gente que podía leer mentes. Me temo que lo está usando en nuestras reuniones y quiero probarlo. Las cosas que te he dicho eran algo así como bromas privadas entre nosotros y probablemente no funcione, pero vale la pena intentarlo. ¿Estás listo?.

- Explícamelo otra vez - dijo, cansado.

Lo repasamos una vez más para ver que estuviera listo y bajamos hacia la sala de conferencias, donde ya habían unos pocos abogados pero ningún miembro del equipo de la Corporación C. Eso era bueno, esperaba que Edward no hubiera estado lo suficientemente cerca del edificio para escuchar nuestra conversación.

Luego de diez minutos, todos comenzaron a llegar.

Me tensé cuando él entró a la habitación. No lo había visto desde el viernes y no sabía cómo actuar. Miré el rostro del perfecto ángel caminando con su inconsciente gracia y le vi acercarse.

- Buenos días - dijo.

Jamás había hecho eso.

Me sonrió y vi que sus ojos eran de un color mucho más dorado de lo que estaban el viernes. Su rostro tenía luz propia. Suspiró con profundidad y clavó su mirada en la mía fijamente por un momento antes de marchar hacia su lugar. Sentí la calidez fluyendo por mi cuerpo; cada vez que le veía, me impresionaba como si fuera la primera vez.

Los recuerdos del viernes volvieron y tuve que parpadear para aclarar mis pensamientos mientras me sentaba y rotaba mi silla para no mirarle a él. Casi perdí el coraje. Tomé un profundo respiro y saludé a todos.

Habían pasado dos horas de la reunión, intentando averiguar los detalles de cómo poder adquirir uno de los registros financieros de una de las compañías de la Corporación C en Rusia, cuando pude ver a Edward susurrarle algo a Harry Banks que estaba segura que había oído en la mente de uno de mis abogados. Comenzaron a tomar apuntes furiosamente, asintiendo, y supe que era hora de poner mi plan en acción.

Miré a Dale Bennett, uno de los más recientes abogados de mi firma con el que Edward no estaría familiarizado, y tragué en grueso. Él me devolvió la mirada, asintiendo para indicar que todo estaba bien. Sólo tendría una oportunidad, Edward nunca se vería engañado por esto otra vez.

Hice la señal a Simmons, colocando un dedo sobre mi taza de café, y le vi enderezarse. Sentí gotas de sudor caer por mi frente mientras imaginaba lo que él estaba pensando.

'Tendré que recordar preguntarle a Bella a qué hora se irá a La Push el Día de Gracias para visitar a Jake Black'.

La cabeza de Edward, que había estado volteada hacia Harry Banks, giró repentinamente en dirección a Simmons, observándole a él y luego a mí. Por el rabillo del ojo, pude ver que marcaba la mandíbula. Nunca le miré sino que continué con mis preguntas a uno de sus abogados. Permaneció con la mirada fija en mí, por suerte concentrado por el momento en sus propios pensamientos y no en lo que sucedía a su alrededor.

Luego de treinta segundos volvió a la conversación.

Hice otra señal a Simmons.

'Espero que Bella no monte en motocicletas con Jake cuando esté allí, me dijo que acabó en la sala de emergencias casi todas las veces que lo hizo. Nunca debió enseñarle a manejar ese estúpido vehículo.'

De repente se escuchó un bajo gruñido en la sala y cada cabeza giró para ver de dónde provenía. Edward tosió para disimularlo.

- Disculpen - dijo con voz ronca y se pasó la mano rápidamente por el rostro.

Jasper observó a Edward con preocupación y él le devolvió la mirada con ojos oscuros, enfadados. Se volteó hacia mí y tuve que usar toda mi resolución para continuar hablando.

- …como estaba diciendo, el quince de diciembre me gustaría saber el equivalente de las acciones en Moscú, Brotska y Minsk. Los necesito para nuestro análisis anual… - continué por unos minutos y vi que Edward se había calmado lo suficiente para volver a prestar atención al procedimiento.

Hora de otra señal a Simmons.

'Al menos Bella no podrá hacer salto de acantilado, el agua estará demasiado fría. La última vez que lo intentó, estuvo tan cerca de morir que Jake tuvo que revivirla.'

Edward se puso de pie con las manos agarrando el borde de la mesa. Todos los ojos se posaron en él y Harry Banks apoyó una mano en su hombro, luciendo preocupado, mientras intentaba hacer que volviera a sentarse. Jasper me miró y me encogí de hombros inocentemente.

- ¿Necesitas tomar un descanso? - le preguntó a Edward con ansiedad.

Edward mantenía la mirada baja, en el escritorio, con la mandíbula marcada con dureza. Estaba sorprendida por lo bien que había funcionado, mucho mejor de lo que había anticipado.

Simmons me observó con ojos como platos y luego desvió la vista.

- ¿Sucede algo, señor Cullen? - fingí aburrimiento. Elevó la cabeza con lentitud, intentando demostrar que todo estaba bien, pero yo podía ver el enojo y la furia en su expresión. Sus labios estaban fruncidos en una fina línea y respiraba con dificultad. Me miró fijamente y casi tuve miedo. Casi -. ¿Necesita dejar la habitación? - pregunté con impaciencia.

Debería recibir un Academy Awards por eso. Al menos un Emmy.

- Estoy bien - dijo vagamente, sacudiendo la cabeza. Se sentó con lentitud, manteniendo sus ojos fijos en los míos.

- Tenemos sólo un par de cosas más que discutir – dije, temblando. Miré el reloj en la pared -. Terminaremos en veinte minutos.

Dale Bennett reconoció la señal e inmediatamente se excusó y abandonó la habitación. No podía creerme que pudiera mantener mi voz indiferente y aburrida mientras seguía hablando de otros documentos legales y negocios.

Luego de diez minutos, supe que era hora de rematar.

Hice la señal a Simmons.

'Bella se enfadaría mucho si supiera que escuché su conversación con Jake Black. Me pregunto a qué se refería cuando dijo que le preocupaba que Charlie descubriera que es un licántropo.'

Se escuchó un sonoro estruendo bajo la mesa y un profundo gruñido mortífero proveniente del pecho de Edward. Levantó la mirada para verme y sus ojos eran tan oscuros que retrocedí.

En ese momento sonó el móvil de Jasper. Vio quién era y atendió inmediatamente; supuse que sería Alice pero, afortunadamente, llegaría demasiado tarde.

Un momento más tarde, Dale Bennett entraba de nuevo en la sala, mirándome triunfal. Jasper se dejó caer en su asiento con la cabeza entre las manos. Edward aún estaba mirándome cuando vio su reacción; la comprensión fluyó por su rostro mientras leía sus pensamientos. Se volteó hacia mí lentamente, con expresión lívida.

- Señor Bennett, ¿tiene algún anuncio? - mis ojos permanecían clavados a los de Edward.

Dale Bennett se puso de pie y habló con orgullo.

- En los pasados dos minutos hemos adquirido más acciones de la Corporación C, lo cual eleva las posesiones de Berkshire-Hathaway en un cincuenta y un por ciento de la compañía.

El plan había funcionado a la perfección.

Sentía mi corazón rompiéndose.

Los abogados de Edward se pusieron de pie como si hubiera habido una explosión, gritando y haciendo acusaciones desde ambos lados de la mesa mientras Edward continuaba mirándome. Su expresión estaba modificándose lentamente, yendo de la furia a la traición.

Había terminado. Poseíamos la compañía y todas las negociaciones habían cambiado, ahora todo era legal. No necesitaríamos un dueño formal de la corporación aquí. Sentí un sollozo alzándose en mi garganta y lo contuve como tantas veces lo había hecho.

- Caballeros - volví la mirada al grupo, elevando la voz - ¿por qué no almorzamos y nos reunimos a las dos? Tendremos una última reunión mañana - me volteé hacia Harry -. Tu equipo necesitará presentarse con un plan sobre cómo procederán con la transferencia y luego podremos acabar con esto.

- ¡Esto no ha terminado, señorita Swan! - me gritó, con el rostro de un rojo profundo y fulminándome con la mirada -. Está en arenas movedizas con Francia, Italia y Alaska. Usaré eso para alertar a las otras compañías, no nos rendiremos sin luchar. ¡Prepárese para la batalla de su vida!

No le respondí, sólo tomé mis cosas y salí rápidamente de la sala. No escuché la puerta cerrándose a mis espaldas pero no me volteé a ver quién era.

- Felicidades por tu gran desempeño - su voz melodiosa estaba cargada de sarcasmo.

- Hola, Edward, ¿sucede algo? - pregunté con arrogancia.

- Es suficiente, Bella - estaba caminando directo hacia mí, acercando su rostro al mío para que nadie pudiera escucharnos -. Tenemos que hablar.

- Acabamos de estar sentados en la misma habitación por tres horas, podrías haber dicho cualquier cosa que quisieras allí adentro - dije con dureza.

- Si lo prefieres podemos esperar a que la sala se llene de nuevo para discutir cómo no puedo creer que me hayas traicionado y robado la compañía de mi familia luego de que todos ellos te hubieran aceptado y amado - su voz mostraba un gran autocontrol aunque no podía esconder el enojo sobresaliente.

Le miré de reojo, furiosa. Sabía que probablemente iba a intentar algo como eso. Noticias de una escena como esa se extenderían por la oficina como el fuego en un bosque. Me detuve para fulminarle con la mirada y él me imitó, con el rostro a pocos centímetros del mío.

- No tengo tiempo para hablar contigo ahora - gruñí.

- Vacía tu horario - dijo con rapidez.

- No - crucé los brazos.

Estábamos cerca de mi oficina para entonces y él, por muy increíble que pareciera, me alzó para recorrer el resto del camino, bajándome luego con suavidad. Volvió a salir por la puerta y se dirigió a Sally, mi secretaria.

- Por favor, vacíe el horario de la señorita Swan por la siguiente media hora o más - dijo con su voz cálida y ella le devolvió una mirada atónita.

- ¡Llama a seguridad! – grité, y Edward se giró hacia mí.

- ¿De verdad quieres ver lo que le haré a tu seguridad o podemos hablar como dos adultos?

Ella me observaba con el teléfono en sus manos.

- Olvídalo, Sally - gruñí y cerré la puerta.

Esperé unos pocos segundos para voltearme, preparándome para mirarle. Edward estaba aquí, en mi oficina.

Soy dura, me recordé a mí misma. Acabo de obtener el control de esta compañía, derroté a un vampiro en su propio juego. Voy a ganar. Habrá algunos detalles que tendré que ver en esta batalla con la Corporación C, pero acabo de acelerar todo considerablemente. Puedo hacerlo. Lucha, Bella, recuerda que no te quiere. Él no te quiere.

- Se le acaba el tiempo, Cullen, tiene treinta minutos o menos - dije con frialdad.

- Ese fue un increíble truco el que me jugaste allí adentro - hablaba entre dientes.

- No es diferente a las veces en que has tenido ventaja sólo por el pequeño hecho de que puedes leer cada mente de la sala.

- Casi cada mente de la sala - sonaba extremadamente frustrado.

- Era una conclusión inevitable - repuse con crueldad - sólo aceleré el proceso.

- Desde el principio has utilizado tácticas deshonestas y manipuladoras - elevaba el tono.

- Gracias - sonreí.

Sus músculos estaban tensos mientras me apuntaba con un dedo.

- La Bella que conocía nunca le hubiera hecho esto a mi familia.

- La Bella que conocías era una chica llena de esperanzas que te hubiera seguido a cualquier lado.

- ¿Adónde se fue? - su voz era apenas un susurro.

- Se ha ido para siempre - hablé con determinación.

Me alejé de él y dejé el maletín en el escritorio, yendo hacia el refrigerador a buscar un vaso de agua. Se volteó hacia mí y habló con enojo.

- Eres consciente de lo que este dinero significa para mí y mi familia, ¿verdad?.

Tragué saliva con dificultad. Tenía que mantenerme dura, fría.

- Has sacado millones de este negocio. Empieza de nuevo, es todo.

- Los tiempos han cambiado desde que iniciamos esta compañía - dijo en voz baja, aproximándose -. Hay también mucha información que no podemos arriesgar en divulgar para empezar de nuevo.

- Haz lo que todos hacen - intenté bromear -. Vive de los intereses.

- No vivimos del dinero de los proyectos que ves en estas reuniones - me miraba como si yo no estuviera entendiendo algo -. Eso es una fachada; hay canales secundarios, lagunas legales y redes de seguridad para hacer que el dinero que usamos sea imposible de rastrear - caminaba de un lado a otro pasándose la mano por el cabello -. Bella, ¿sabías que Carlisle ha estado construyendo la Corporación C desde 1731?.

Levanté la mirada hacia él, atónita.

- No vi nada en los registros que no fuera de antes de 1906.

- Guardar expedientes no era muy confiable antes de 1900 - sacudía la cabeza con los labios fruncidos -. Él solía aprovechar aquello para construir negocios para otros de su tipo y poder vivir todos lejos del mundo público. No van a rendirse fácilmente, Bella, podrías luchar con Harry Banks por años.

Me atraganté.

¿Otros de su tipo?

- ¿Quieres decir que todos estos negocios son dirigidos por vampiros? - pregunté con incredulidad.

Dejó escapar el aire contenido con enojo mientras seguía paseando por la habitación, sacudiendo la cabeza como si creyera que yo no tenía idea de lo que había hecho hoy. Pasó enfrente de mi ventana y lanzó una mirada a mi escritorio; repentinamente se detuvo y vio las fotografías allí. Tenía tres: una de Renée, otra de Charlie y una última mía y de Jake. Sus ojos se posaron en la tercera y todo rastro de enfado desapareció de su rostro.

- No todos, pero la mayoría - murmuró.

Estaba comenzando a asustarme. ¿Con cuántos vampiros lidiaba diariamente?

- ¿Son vegetarianos… o no? - pregunté, nerviosa.

Tomó la fotografía mía y de Jake y la examinó de cerca. Había sido tomada poco antes de graduarme en el instituto.

- La mayoría comparten nuestro estilo de vida - dijo en voz baja.

¿La mayoría? Eso no era muy alentador.

Continuó observando la imagen. Jake y yo estábamos en First Beach con Sam y los otros al comienzo de la primavera. Sonreía levemente, con las mejillas sonrojadas por el frío y usando un suéter y unos vaqueros, y todos estábamos sentados alrededor de una fogata. El sol recién había empezado a descender, creando un hermoso atardecer a nuestras espaldas. Jake y yo estábamos tomados de la mano; yo miraba en dirección a la cámara y él a mí.

La expresión de Edward era inescrutable. Sostuvo la fotografía entre ambas manos y tragó en grueso. Finalmente, dejó el cuadro otra vez en el escritorio, volteándose para mirar el exterior por la ventana.

- Tienes una hermosa vista - dijo con suavidad.

Comenzaba a confundirme. Había esperado sufrir la 'La ira de Edward' y era consciente del temperamento que tenía pero, en lugar de eso, me hizo una pregunta.

- Bella, eres muy exitosa, con una oficina en la firma más poderosa de Nueva York, vas a tener pronto tu nombre en el edificio y todos con quienes trabajas te respetan, pero ¿eres feliz? - se giró y sus ojos dorados se clavaron en los míos. Yo estaba de pie al otro lado del escritorio y él se colocó enfrente de mí, recostándose contra la mesa. Acercó su rostro hasta que quedamos a centímetros -. ¿Has conseguido todo lo que alguna vez quisiste?

No tenía una sola de las cosas que anhelaba: mi verdadero amor, una familia, felicidad, la eternidad…

- Me las estoy arreglando - contesté con suavidad. No pude convencerme ni a mí misma -. ¿Y tú? - pregunté, intentando mantener la respiración controlada.

Sacudió la cabeza con lentitud.

- No tengo ninguna de las cosas que deseaba.

El pulso me palpitaba en los oídos.

Di que me quieres, supliqué internamente.

Cerré los ojos. Tenía que detener esto, tenía que cambiar drásticamente de tema.

- Por cierto - me enderecé - quiero que sepas que Simmons no tiene idea de lo que sucede o… lo que eres.

- ¿Vas…? - hizo una pausa, deliberando si preguntar o no, y continuó con rapidez -. ¿Vas a volver a Forks para pasar el Día de Gracias con Jacob Black?.

No lo había decidido hasta ese momento.

- Sí, iré, también para visitar a Charlie.

Se tensó levemente.

- ¿Realmente Jacob es un licántropo? - pronunció las palabras con extrema lentitud, entre dientes.

- Sí - respondí con simpleza.

- ¿Tú… pasas mucho tiempo con él? - intentaba mantenerse en calma.

- Ahora no, pero por un año y medio antes de irme a la universidad pasábamos juntos cada día.

Volvió a tensarse, bajando la cabeza y cerrando los ojos. Se removió y levantó la mirada.

- No deberías estar alrededor de licántropos, Bella - crispaba el rostro mientras cerraba las manos en puños.

- Estoy completamente a salvo junto a Jake y el resto de la manada - dije a la defensiva.

- ¿El resto de la manada? - abrió mucho los ojos, con una mirada oscura y amenazante.

- No es asunto tuyo - dije con acidez, cruzando los brazos.

Se pasó la mano por el cabello y luego por su rostro, cerrando los ojos e inhalando por un largo momento.

- Los licántropos son peligrosos e impredecibles y necesitas mantenerte lejos de ellos - siseó.

Parpadeé, sorprendida y comenzando a enojarme.

- Gracias por el consejo - repuse, monótona.

- Lo prometiste – susurró.

- ¿A qué te refieres? - jadeé. Su delicioso aroma me acariciaba el rostro.

Su expresión cambió y tuve que respirar con profundidad. Sus ojos eran de aquel exacto color topacio que siempre me alteraba. Sentí mis defensas derrumbándose cuando se acercó a mí, rozándome la mejilla con sus dedos, provocando el mismo resultado que la primera vez que lo había hecho. Mis ojos se cerraron por un momento mientras disfrutaba su contacto.

- Me prometiste que no harías nada arriesgado - respondió con dulzura -. Dijiste que tendrías cuidado.

Le miré y pensé en qué tan fácil sería olvidar todo si me abrazara contra él con fuerza en ese momento. Olvidar que siete años habían pasado, cómo había permanecido acostada en la hierba húmeda temblando y sollozando horas después de que se hubiera ido, cómo había llorado en la cama suplicándole en mi mente que apareciera en mi ventana, cómo me había convertido en alguien tan desprovista de emoción que ni yo misma me reconocía.

Retrocedí un paso, intentando anular el efecto que tan obviamente tenía en mí.

- ¿Son verdad todas esas cosas? - preguntó, avanzando también un paso y eliminando la distancia entre nosotros otra vez.

- ¿Cuáles? - tartamudeé.

- ¿De verdad condujiste motocicletas con Jacob Black, saltaste de acantilados y llevaste las cosas hasta tal punto que tenías que ser trasladada hasta la sala de emergencias y resucitada de una muerte cercana?

- Nunca era llevada a la sala de emergencia, usualmente yo iba por mi cuenta - discrepé.

- Bella - dijo en la manera en que solía hacerlo. Observé sus oscuras pestañas imposiblemente largas ocultar sus ojos un momento antes de que levantara la mirada -. No puedo vivir en un mundo donde tú no existas.

Recordaba él diciendo aquello una vez, antes. Habíamos estado acostados en mi sofá mirando Romeo y Julieta y él me susurraba los versos al oído. Me había abrazado con tal fuerza mientras reposábamos allí… Aquella noche, cuando me había dicho esas palabras, no podía imaginarnos separados. Mi destino, mi futuro y mis días ya estaban decididos y le quería más que a nada. No podía creer merecer tal suerte, merecer a aquel ángel.

Luego, aquel mundo se me cayó a pedazos.

Parpadeé para retener las lágrimas que estaban hallando peligrosamente su camino a la superficie.

- La última vez que me aseguraste eso, tres días más tarde me dijiste que no me querías más. Me dejaste allí sola y… - retrocedí otro paso, parpadeando con furia una vez más. -. No puedes decidir nada sobre mi vida o lo que hago. ¿Cómo te atreves…? ¿No quieres verme más pero aún así me dices qué es lo que puedo o no hacer?

- Bella…

- Tuviste siete años para buscarme y no hiciste nada - dije en voz baja, alejándome hasta la puerta -. Si no hubiera rastreado a tu compañía, aún no tendrías idea de a dónde estaba. Vampiro arrogante - siseé con los ojos entrecerrados, apoyando la espalda contra la pared -. Conduciré motocicletas y me estrellaré, saltaré de acantilados y estaré a punto de ahogarme, pasaré tiempo con licántropos cuando quiera y tú no tienes nada que decir al respecto.

Abrí la puerta y estuve a punto de salir, hecha una furia, cuando en un relampagueo ya estaba detrás de mí.

- No te vayas, quiero que sepas la verdad - dijo con su voz perfecta y aterciopelada, cerrando la puerta otra vez con calma.

- He estado dolorosamente consciente de la verdad por siete años - dije entre dientes, respirando con profundidad -. Mira Edward - mi voz se quebró. Mis heridas palpitaban y podía sentir el dolor abriéndose paso de una nueva manera que me hacía sufrir incluso más. Tenía que decirlo -. Haré esto tan fácil como pueda. Esta es la última vez que hablaremos. ¿Quieres saber por qué hice aquella jugada hoy?. Porque quiero que no estés más aquí, quiero que te vayas. No puedo soportarlo más, ¿entiendes?. Esto ya ha durado suficiente.

Le miré a la cara y fue un error. Su rostro era hermoso y su expresión, apasionada, anhelante, con los ojos intentando contener su emoción. Tragó en grueso y sacudió la cabeza lentamente.

- El modo en que bailaste conmigo el viernes a la noche me dice otra cosa.

Abrí la boca pero la cerré otra vez, intentando pensar en un rápido argumento.

Retrocedí otro paso.

- Lo que pasó el viernes fue…

- Maravilloso - susurró.

- No. Fue inútil - estaba pendiendo de un hilo muy fino. Podía sentir mi corazón comenzando a gritar, reclamando su contacto, demandando que me acercara para acurrucarme en sus brazos otra vez. Retrocedí un paso más -. Bailar contigo también fue arriesgado, irracional, necio, descuidado, imprudente, enfermizo y sin sentido.

Cada vez que me alejaba un paso, él me seguía. Estaba comenzando a desesperarme.

De repente estaba enfrente mío, apoyando sus manos a cada lado de mi rostro.

- Ese baile significó mucho para ti, al igual que para mí, y tú nunca amarás a Thomas Vaughn.

Estaba tan confundida… no comprendía qué estaba haciendo.

Me aparté de él y sacudí la cabeza.

- ¡Detente! ¡No lo entiendes! No te acercarás a mí, esto no volverá a pasar. No te preocupes por mí y lo que sucedió en el pasado. Ha terminado. Lo he superado y no necesito que te asegures que estoy bien, que me vigiles o que sientas que debes remendar o arreglar esta situación - todo el aire escapó de mis pulmones -. Edward, te dejo libre.

Sus ojos se tiñeron de dolor y enojo. Exhaló con frustración y me tomó de los hombros, atrayéndome hacia él.

- ¡No! - gritó entre dientes. Su expresión era de fuerte determinación mientras me acercaba aún más, inclinando la cabeza hasta que nuestras frentes y narices se tocaban. Cerré los ojos y me aferré a sus brazos de piedra.

Tocaron la puerta.

- ¿Todo bien por allí, Swan? - era el señor Hathaway.

Parpadeé, intentando controlar mis sentidos. Sentía las piernas débiles y sabía que mi corazón estaba latiendo con furia. Deshice mi agarre en los brazos de Edward e intenté alejarme; exhaló con lentitud y me sostuvo un segundo más antes de dejarme ir.

- Esto no ha terminado - dijo, decidido.

- Sí, Edward. Sí lo ha hecho.

Marcó la mandíbula mientras yo abría la puerta con manos temblorosas, recibiendo a un señor Hathaway que nos miraba con sospecha y desconcierto.

- Tu secretaria dijo que debería pasar por aquí y ver si necesitabas algo.

Era consciente de que en todo el tiempo que yo estaba mirando al señor Hathaway, Edward me estaba observando a mí.

- Estoy bien, señor - di dos pasos al costado -. Gracias.

Paseaba la mirada de uno al otro. Entrecerró los ojos.

- Debo hablar contigo, Swan - su voz grave sonaba tan áspera comparada con la musical de Edward…

- Sí, señor - mi suspiro debía ser suficiente para que se diera cuenta de que algo había sucedido entre nosotros dos.

Me precipité afuera de la sala dejando a Edward solo en mi oficina, siguiendo al señor Hathaway a la suya.

¿Por qué Edward me hacía esto? No tenía sentido. Yo quería terminar con todo para que pudiera irse solo y volver a Irlanda o a donde fuera pero ¿por qué seguía intentando hablar conmigo? ¿Por qué seguía intentando acercarse a mí? ¿No se daba cuenta de lo que me hacía? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?.

Culpa, eso fue lo único que pude suponer. Siempre había tenido la tendencia de culparse a sí mismo por todo y probablemente podía ver que yo no manejaba las cosas demasiado bien.

Culpa a consciencia o no, no le daría la oportunidad de que volviera a hablar conmigo. Era demasiado doloroso. Nunca más podría superar esto si continuaba hablándome de esa forma; nunca explicó nada, nunca me dijo a dónde había ido por siete años, nunca se mostró abierto sobre ningún tema. Todo lo que hacía era cantarme, volverme loca de pasión y luego decirme que no podía ver más a Jake.

Llegamos a la oficina del señor Hathaway. Aún no estaba al tanto de que la Corporación C se quedaría con algunas propiedades en el trato y estaba más que segura de que no le gustaría.

Entramos a la sala y se sentó en una gran silla de cuero negro.

- ¿Cómo van las cosas con la adquisición de la Corporación C? ¿Todo según el plan?

- Sí, señor - me senté en el sofá enfrente de él - todo va bien. Adquirimos el cincuenta y un por ciento hoy y todo marcha a la perfección - tomé un profundo respiro e intenté sonar convincente -. La Corporación C es muy… inteligente y han creado algunas demoras. Es posible que conserven sus compañías en Francia, Italia y Alaska, pero la mayoría será comprado y vendido.

- ¿Por qué no podremos sacarles aquellas? - preguntó con enojo.

- Bueno, señor - me removí en mi asiento -. Son sus compañías más fuertes y sus dueños las protegen muy bien; ellos no quieren dejar la corporación. Francamente, sólo atrasaría las cosas intentar derrotarles y venderles. Hay una suficiente cantidad de dinero para ganar por ahora por lo que sabemos, más de veintiséis billones de dólares.

- Isabella - el señor Hathaway me observaba como si fuera una niña en jardín de infantes - dijiste que hay una suficiente cantidad de dinero que ganar, pero yo la quiero toda. Podríamos obtener otros diez billones hasta dejarles secos - se inclinó hacia mí, frunciendo el ceño -. ¿Por qué te estoy diciendo esto? Estas son las tácticas que has perfeccionado en los clientes desde que te contraté, es lo que llevará tu nombre junto al mío en el edificio.

Repentinamente, que la compañía portara mi nombre ya no me parecía tan importante como mi cordura.

Me aclaré la garganta.

- Creo que luego de pagar las cuentas legales por más de seis meses y a los internos para que hagan todo el trabajo, obtendremos mucho menos de diez billones y habremos perdido muchas oportunidades de ir por otras compañías más valiosas. El costo es demasiado.

- ¿Qué te parece este costo? - acercó su rostro al mío -. Tan pronto como el mundo de los negocios vea que hemos dejado escapar una compañía con algo en vez de aniquilarles, los otros pensarán que hemos perdido el talento, que nos hemos ablandado. Perderemos el factor del miedo y comenzaremos a bajar posiciones. ¿Qué tan buen costo es ese?.

- Veo su punto - dije vagamente.

- Nunca debes dejar que los sentimientos se interpongan en el camino al éxito - dijo con una voz más suave y aún así más amenazante.

- Lo entiendo - sabía que mi labio inferior estaba temblando y lo mordí para detenerlo.

Se puso de pie y caminó hasta su escritorio, sin voltearse en mi dirección.

- No me defraudes, Swan.

- No se preocupe, señor - comenzaba a sentir náuseas -. Destruiré a la Corporación C.

Salí de la habitación y comencé a caminar hacia mi oficina con el cuerpo entumecido.

Edward se iría pronto pero esto no había terminado. Poseíamos la compañía pero no había modo de que esto acabara cuando Francia, Italia y Alaska seguían en el medio del asunto. Iba a durar todo hasta el año siguiente y, ya que Edward aún mantenía relaciones financieras con esos países, en algún punto tendría que volver para las negociaciones.

Sentí el agujero en mi pecho abriéndose, desgarrándose.

Sally me alcanzó afuera de mi oficina con una pila de papeles y comenzó a parlotear. Podría estar hablando en arameo antiguo para toda la atención que le prestaba. Intenté con todas mis fuerzas concentrarme en su voz, pero estaba demasiado ida.

Entrecerré los ojos y sacudí la cabeza.

- Sally, tengo una jaqueca que me parte la cabeza, ¿podrías asegurarte de que nadie venga a mi oficina hasta que te diga que me siento mejor?.

Su expresión se volvió comprensiva y tomó las carpetas que yo cargaba, guiándome hacia allí. Cerró la puerta luego de asegurarme que nadie me molestaría.

Me llevé las manos al cabello y sentí las lágrimas peligrosamente cerca. Había creído que era dura pero me estaba derrumbando.

Aparté la silla de cuero a un lado y me acurruqué en el espacio bajo el escritorio, abrazándome tan fuerte como podía mientras me sentía temblar. Luego de un tiempo, miré el reloj y suspiré: la reunión con la Corporación C se reanudaría en treinta minutos. Salí de debajo del escritorio y llamé a Sally para pedirle que cancelara la conferencia; después de todo los vería mañana de cualquier modo. No había manera de que fuera así, en ese nivel de demencia.

Una vez a salvo en el pequeño espacio, me dije a mí misma que este no era momento de derrumbarse. La Corporación C estaba a punto de ser nuestra y en algunos años esto sería sólo un vago recuerdo.

Pero mi corazón sólo se preocupaba por volver a Edward. Había estado aquí hace menos de una hora y no le había olvidado, aún era lo único que quería.

Eventualmente vi el cielo oscurecerse. No significa nada, resoplé. Durante el invierno se hacía de noche a las cuatro de la tarde. Aún así, sabía que debía salir de aquí y volver al trabajo.

Pasó otra hora.

Escuché un débil golpe en la puerta y me tensé. Reinó el silencio por dos minutos y volví a relajarme, pensando que quien sea que hubiera sido se había marchado, cuando de repente la puerta se abrió y me acurruqué aún más, esperando que hallara la oficina vacía y se fuera. Escuché pisadas acercándose y me prometí que despediría a Sally al día siguiente por no hacer su trabajo. De todos modos había durado más que ninguna otra secretaria.

Había un par de pies enfrente de mi escritorio. Se detuvieron allí, haciendo una pausa, y para mi horror la persona se arrodilló y me miró.

Era Simmons.

Sus ojos se dilataron, pero cuando vio mi estado su expresión se suavizó.

- ¿Qué haces aquí, Bella?.

Sollocé y me froté la nariz con el dorso de la mano. Simmons me entregó un paquete de pañuelos del escritorio y le sonreí con lágrimas en los ojos, tomando uno y sorbiéndome la nariz con poca elegancia.

- ¿Vienes aquí seguido? - preguntó con expresión confusa.

Aún estaba secándome el rostro, con una pequeña montaña de pañuelos comenzando a crecer a mi lado. Se sentó, apoyando el hombro contra un costado del escritorio y sonriendo levemente.

- Lo has estado llevando tan bien… deberías estar muy orgullosa de ti misma.

- ¿De qué hablas? - gemí.

- Bueno, supongo que esto tiene que ver con Edward Cullen, ¿verdad?.

Pensé en negarlo pero sabía que no lo creería, así que, comenzando a llorar otra vez, asentí.

Suspiró, frustrado.

- Bella, si prestaras atención por dos segundos creo que podrías ver que Edward siente lo mismo. No pienso que esté llorando bajo un escritorio en este momento pero estoy casi seguro de que aún está enamorado de ti.

- ¿Casi seguro? - dije entre sollozos -. Estás tan equivocado.

- Sería un idiota si asistiera a todas esas reuniones con la Corporación C y no notara el modo en que Edward te mira - se pasó las manos por el cabello -. Es como si no existiera nadie además de ti en esa habitación.

Probablemente sólo estaba recordando lo bien que sabía mi sangre, pensé, resoplando con burla.

- Los vi a los dos bailar el viernes - sacudió la cabeza, admirado -. No podía creerme que te hubiera dejado ir con Thomas. Ambos estaban en su propio universo privado - bajó la voz -. Nunca he bailado con nadie como ustedes dos lo hacían.

- Tienes razón: me dejó ir – susurré con agonía -. Justo como todas las otras veces.

- Quizás estaba dando señales ocultas en la pista y en la sala de conferencias - ofreció.

- No estás ayudando - gruñí.

- ¿Se comportó como un idiota contigo? ¿Te lastimó físicamente alguna vez o algo así?.

No, ni siquiera me besaba por más de diez segundos porque temía herirme.

- No, nunca, ¿por qué lo preguntas? - me las arreglé para decir.

- Tu plan de hoy funcionó muy bien en Edward. Vi algo de temperamento aflorar en ese rostro usualmente tan compuesto, parece que le importas bastante - repuso, titubeando.

Le miré fijamente. Cualquier cosa que dijera sobre ese tema sería insensata.

- Debes hablar con él, Bella. Tus defensas son imponentes, pero él está intentando encontrar una manera de atravesarlas… y tú sigues derribándolo antes de que pueda escalar el muro.

- Mike… - comencé. Tuve que frotarme los ojos antes de poder continuar -. Él me dejó… todos esos años. Me dijo que no me quería más. Nunca ha intentado encontrarme y ahora que todo ha terminado se irá otra vez. Sólo estoy intentando mantenerme en una pieza hasta que se marche.

- Bueno - Simmons lucía exasperado - entonces sigue aquí bajo tu escritorio en lugar de decirle lo que sientes si eso funciona para ti.

- Ya estoy saliendo - anuncié, sonriendo. Se retiró y me ayudó a ponerme de pie -. Mañana todo serán negocios como siempre - dije con frialdad y él me arqueó una ceja -. Ah, vamos, toda chica necesita un buen llanto de vez en cuando - repuse sin mucho entusiasmo.

- No sabía que tu especie se consideraba femenina, aunque he visto en los dos últimos meses más características humanas en ti que en lo que lo hecho en los dos años anteriores combinados.

Le golpeé con fuerza en el brazo y salimos. Estaba sorprendida de ver que Sally y todos los demás aún continuaban en la oficina, de noche.

Necesitaba ir a casa.

- ¿Sabes, Bella? - Simmons levantó la mirada -. La reunión de mañana será en su totalidad sobre la infraestructura de las acciones y cómo asegurar su fortaleza una vez que la compañía sea adquirida…

- Sí, ¿y qué? - le alenté a terminar.

- Bueno, ya sabes, es mi especialidad. Me gradué con honores luego de escribir una tesis sobre la importancia de mantener protegida la mercancía - me miró con orgullo.

Fruncí el ceño.

- ¿Y me estás diciendo esto porque…?

- Puedo manejar la reunión de mañana. No hay razón para que te obligues a ver a Edward, déjame hacerlo y vete un día antes a donde pases Día de Gracias y te llamaré tan pronto termine la conferencia para darte un resumen.

Pensé en aquello una y otra vez. No estaba segura de cómo iba a asistir a la reunión mañana… llegados a este punto ya sería masoquismo. Haría lo que fuera por no tener que ver a Edward caminar afuera de esa habitación por, posiblemente, última vez.

- ¿Prometes llamarme si hay cualquier problema? - me detuve para esperar al elevador.

- Absolutamente - dijo con decisión, sonriendo, luciendo orgulloso porque depositara mi confianza en él.

- Gracias - suspiré -. Sólo esta vez y luego volveré directo aquí en avión - repuse con vehemencia.

- Claro - asintió, complacido.

Entré al elevador, agradeciendo tener un asistente con quien poder contar.

Había visto a Edward por última vez.

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Cuando Bella dice Mike,no es Mike Newton,sino que es Simmous..su nombre es Michael ..Bella solo lo llamo por su apodo "Mike"

Muy buena la estrategia..este capitulo me hizo llorar de la impotencia y por sentir el dolor de Bella ..Odie este capitulo ..porque hasta ahora no hacen nada mas que lastimarse !!!
Niñas espero sus comentarios !!
Besos

LAP

2 comentarios:

Beth dijo...

No da opciones: vale que se lo hizo pasar fatal pero debería abrir los ojos y leer todas las señales que le mandan. Y una cosa es el odio-amor que tiene hace Edward y otra muy diferente el dolor que va a causar al resto de la familia. Me duele el ver que se ha vuelto tan rencorosa, incluso para quien no lo merece.
Debería dar una oportunidad a Edward y dejar que hable antes que sea demasiado tarde.
Está fantástica, como siempre.
Mil besos

Baba :D dijo...

me esta encantando esta historia!!
aunqe opino qe bella deberia abrir los ojos de una vez por todas y ver todo lo qe siente edward por ella y dejar qe el se explique
aun asi,, me encanta como escriibeees
beesooos